martes, 9 de junio de 2009

El colegial

College (1927)
James W. Horne; Buster Keaton

Hay rostros que son el cine, que encarnan la historia de este arte milagroso. Son presencias que se han superpuesto a su valor, a sus dotes artísticas, su contenido, o lo que sea. Ya son otra cosa, son ídolos, son mitos. El inexplicable, atónito e impertérrito rostro de Buster Keaton es una de ellos. Buscador infatigable del gag puro, de la rima visual, de la situación hiperbólica, anti-héroe torpe, director que desprecia la historia que narra por buscar el juego con el espectador, con lo que espera y lo que no, que no se detiene en los mensajes, que ignora la moraleja, la trascendencia, que sacrifica todo por el momento cómico, y que se basa aplastantemente en su rostro, en su figura, con esa imagen que se repite en muchas de sus películas del pacato que se baja del tren al revés, que se queda mirando al campo en vez de la estación cuando el tren se marcha. Es el actor que empieza a corres y se para, que se sienta como nadie se ha vuelto a sentar. Es un Dios mudo y tímido, que suele salir a flote en el último momento por el pinchazo de la necesidad.

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