(1975) USA
Stanley Kubrick
23-2-2012
Las películas de casi toda la carrera de Kubrick aspiran a crear mundos enteros propios, universos totales, obras donde la música, la luz, la dirección de actores, están orquestados. De Barry Lyndon siempre me había inquietado ese hieratismo, esa frialdad patente, evidente, plasmado en el rictus impasible de Ryan O'Neal, excepto en una impresionante y famosa escena. En esta nueva revisión, creo que la película describe un mundo moralmente plano, primitivo, una sociedad hueca, podrida, carcomida por la doble moral, la ignorancia, que se disfraza de formas exquisitas, pero que esconde una brutalidad impasible. Una gran película.
No hay comentarios:
Publicar un comentario