Michael Ritchie
En esta semana electoral americana bueno es recordar esta setentera película producida por Robert Redford sobre cómo un idealista abogado acepta participar en las elecciones estatales y cómo, poco a poco, se va convirtiendo en un político, con todo lo que ello conlleva. No se refiere a la corrupción, sino al cuidado con las formas, a su lenguaje, al temor a perder votos y por ello no ir hasta el fondo con las ideas, a ser simplemente una cara y un mensaje diseñado por estrategas del marketing. La película tiene justa fama, pero me da la impresión de que no es todo lo buena o lo impactante o esclarecedora que podría ser.
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