De capítulos atrasados de cinematófilos he rescatado algunas rarezas de los 70-80. Tinieblas (The man who haunted himself, UK, 1970), expone a un Roger Moore a punto de ser James Bond viviendo una especie de pesadilla cuando un doppelgänger parece que le está suplantando en su vida laboral y familiar, después de sufrir un accidente. Una película curiosa que necesitaría quizá de un punto más de delirio para pasar de un cómodo thriller. Ultima película del veterano Basil Dearden.
Muy olvidada también está En defensa del reino (Defence of the realm, UK, 1986, David Drury), un sólido thriller político-periodístico, género que pocas veces suele fallar, no infrecuente en esa época y la década anterior, con el siempre interesante Gabriel Byrn, una guapísima Greta Scacchi y Denholm Elliott de secundario excelente.
No anda sobrada de delirio la francesa El precio del peligro (Le prix du danger, 1983, Yves Boisset), una sátira futurista muy obvia (quizá no lo era en su tiempo), en el que un macabro concurso de televisión obtiene grandes audiencias filmando en vivo la persecución y caza de un hombre hasta su muerte. Michel Piccoli pasándoselo bien haciendo de histrión presentador. Muy envejecida.
En los aviones a mi lejano destino de vacaciones me he puesto al día de superhéroes, subgénero que me gusta de vez en cuando, esta vez con personajes que no conozco de mi infancia, por ser de DC o más modernos que mi época lectora de aquello. Son competentes, entretenidas y a ratos divertidas Black Adam (DC), y Thunderbolts (Marvel), ideales para estos largos vuelos. En Thor, love and thunder, se estira el humor que tanta gracia me hizo y tan bien sacó al Dios del Trueno de las torpes películas anteriores. En este ocasión este humor me ha resultado pesado y tontorrón demasiadas veces.
En el mundo Toshiba la selección ha sido rara. Les ordres es una interesante película canadiense de 1974 de un momento muy poco conocido de la historia de ese país. A resultas de un atentado de un grupo independentista quebequés, el gobierno detiene y encarcela de forma arbitraria a centenares de personas los días siguientes, sin cargos y sin motivos. Película agobiante en sus mejores momentos. Marcado para matar (Koroshi no rakuin), es un desmadre de Seijun Suzuki, un puzle antojadizo y caótico sobre un asesino a sueldo, y El caballo que llora (Dorogoy tsenoy) relato exótico y rurar de MArk Donskoy, de un ucraniano que debe exiliarse por enemistarse con el cacique local, y es acogido por unos gitanos en la Besarabia. Con esos colores de la Mosfilm tan pasteleros, es absorbente y evocador, a ratos sensible y y a ratos patriotera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario