Gonzalo García Pelayo
Monumento indudable de la contracultura española, esta primera parte de la trilogía de Gonzalo García Pelayo sigue siendo el delirio libre e imprevisible que debió de ser en el momento de su estreno, y hay que acercarse a ella con la mente en blanco y la paciencia limpia. Con la censura recién levantada, qué mejor que esta oda al erotismo porque sí bajo el calor sevillano, "película" o lo que sea este invento. Con todo, alguna escena me ha parecido genial, como esa bellísima declaración de amor que el actor principal lee directamente en el guión, en una azotea, a su querida Rosa. Demencial
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